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Una mexicana rescatada por Nueva York

DENISSE G. GÓMEZ 1

 

Sinatra dijo que “si lo logras en Nueva York, puedes hacer cualquier cosa en donde sea”. Si es cierto eso o no, no lo sé; porque sigo en la Gran Manzana y hasta ahora no he probado mi suerte en otro lugar (ni tengo planes de hacerlo). ¿Si lo estoy logrando o no? Eso depende de lo que definamos como éxito.

Después de vivir más de dos años en Nueva York estoy convencida de dos cosas. Primero, de que el mayor reto de cualquier persona que reside en esta ciudad es no perder la cordura; y segundo, de que el solo hecho de habitar en una urbe como esta puede tornarse en un éxito en sí mismo. Es decir, conseguir un trabajo, construir una vida, y más aún para los extranjeros, conseguir una visa en Nueva York, es en sí mismo el mayor de los éxitos.

El frenético ritmo laboral, la cultura de la competitividad, los altos costos de alquiler, la desigualdad social, y el clima imperdonable, son algunos de los factores que convierten a Nueva York en una ciudad tan retadora. De acuerdo a un reciente estudio, la Gran Manzana es catalogada como la peor ciudad entre 182 ciudades para conseguir un trabajo; y ocupa el lugar 174 en estándares de calidad de vida.

Nueva York amenaza a cualquiera con perder la cordura. Te obliga a incorporarte a un ritmo de vida que no conoce la pausa ni el descanso; a un ambiente desposeído de empatía y descaradamente capitalista; a una cultura de banqueros, donde el éxito se mide en términos de dinero o poder. Como lo describe Hernán Díaz, ganador del premio Pulitzer, la ciudad es esencialmente gobernada por financieros, y aquellos que no forman parte de este círculo enfrentan un desafío adicional.

A pesar de los retos impuestos por esta ciudad, o quizás gracias a ellos, Nueva York se proclama como la gran ciudad del éxito. En los años 30, la afirmación era clara: hay muchas manzanas en el árbol, pero solo una Gran Manzana. Es por ello que aquellos que logran habitarla, se aferran tenazmente a ella, ya que, a pesar de que su ritmo frenético amenaza con perder la cordura, la ciudad y sus residentes emergen inevitablemente a rescatarte.

Esos momentos a los que yo llamo rescates pueden adoptar diferentes caras; para algunos, se trata de encuentros con celebridades, para otros, son experiencias culturales, y para algunos otros, son éxitos laborales. En mi caso, se trata de momentos que crean la ilusión de estar cambiando al mundo, esos instantes que retratan la grandeza e imponencia de la ciudad en cuestión de segundos. Y aunque no puedo afirmar que en efecto estoy cambiando al mundo, puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que en Nueva York he sido testigo de momentos que quedarán registrados en la Historia, o tal vez, solo en mi memoria.

Con la educación jurídica y la formación humanista que obtuve en la Universidad Panamericana, logré acceder a una de las universidades más prestigiosas del mundo, la Universidad de Columbia que hasta el 2021 estaba rankeada como la segunda mejor del país, solo después de MIT y a la par de Harvard. Compartí pasillos por los cuales caminaron gigantes intelectuales y líderes como Barack Obama, Ruth Bader Ginsburg (ministra de la Suprema Corte) y Kimberlé Crenshaw (aclamada jurista feminista). Con estas grandes figuras, no solo compartí este campus, sino los estudios de Derecho. Y para mi sorpresa, al comenzar las clases con reconocidos profesores americanos y compañeros con intimidantes trayectorias, me descubrí preparada y con las herramientas suficientes para sobrellevar la alta carga escolar. Cualquiera que ha sobrevivido la carrera de Derecho en la UP, no me dejaría mentir, la fórmula compuesta por los demandantes exámenes orales, las clases con método socrático y, sobre todo, el arduo proceso de redactar y presentar una tesis, te preparan para cualquier reto académico.

Durante los últimos meses de la Maestría me encontré en uno de los momentos más estresantes de mi vida. Había que conseguir cuatro objetivos: presentar exámenes finales, redactar una tesis de derechos humanos – con un alto rigor académico y múltiples entrevistas con expertos –, concluir con éxito mi tercera pasantía en las Naciones Unidas y, lo más importante (y angustiante también): conseguir un trabajo que me patrocinase la visa. Afortunadamente, en este periodo también me sentí equipada y con una seguridad y preparación que solo puedo atribuir a la experiencia como abogada UP.

Son múltiples los factores que lo explican. Por un lado, el requerimiento de trabajar en un prestigioso despacho tan a temprana edad, al tiempo se deben presentar frecuentes exámenes, lecturas e intervenciones en clase. Por otro lado, hay que aquellas vueltas nocturnas a “Ciudad Judicial” para presentar aquellos términos que requerían un nivel de precisión que no admitía error alguno, no fueron en balde…A pesar de haber sido tan joven y nada más que “una pasante” en aquella época, no puedo enfatizar suficiente lo determinantes que fueron esos cinco años de la Licenciatura para mi crecimiento profesional… y personal.

Tuve la fortuna de realizar tres pasantías en las Naciones Unidas; me tocó presenciar momentos clave de nuestra historia contemporánea. Un momento sin duda memorable fue presenciar las declaraciones de guerra de Rusia contra Ucrania en 2022 en el histórico salón más importante de la ONU, el Consejo de Seguridad –donde los países más poderosos (incluidos los “5P”) toman decisiones para mantener la paz mundial (o al menos intentarlo). En ese mismo espacio sucedió el emblemático atentado contra el “Che” Guevara en 1964. Estar ahí, en ese pequeño cuarto donde se leería el discurso que yo misma preparé fue tan solo uno de los momentos más valiosos. Y admitir, que nada me preparó mejor para esa experiencia donde presencié el Derecho Internacional en su estado más puro que las entrañables clases – y conversaciones – con mis estimados profesores, el Dr. Pedro Pallares, Dr. Guillermo Gatt, Dr. Jaime Olaiz y la Mtra. Laura Treviño (con quienes estaré siempre agradecida).

Actualmente, soy Chief of Staff y Coordinadora Legal en una de las organizaciones hispanas más destacadas de Estados Unidos presidida por una reconocida activista y emprendedora social mexicana, Claudia Romo Edelman. En mi trabajo, tengo la fortuna de tener acceso directo a las prominentes figuras latinoamericanas que están moldeando a la cultura hispana en este país, incluyendo las 50 mujeres latinas de más alto nivel en las empresas estadounidenses. Nuestro objetivo es mejorar la Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) de los latinos en los corporativos de Estados Unidos. En un ambiente donde la competencia y la ambición nublan la empatía, la mirada humanista de la UP me ha rescatado de la frivolidad de la cultura corporativa y me ha abierto innumerables caminos y conexiones que nunca me imaginé tener.

Cada uno de estos momentos y etapas ha representado una especie de “rescate” para mí, donde Nueva York me recuerda y reafirma que su grandeza y su renombre justifican plenamente el esfuerzo invertido.

Recientemente, tuve la fortuna de experimentar un rescate muy especial. Me encontraba en un elevador de la Universidad de Columbia y coincidí con el periodista neoyorquino Ronan Farrow, reconocido por su transcendental investigación sobre Harvey Weinstein, la cual fue el punto de partida del movimiento #MeToo en Estados Unidos. Irónicamente, Farrow es conocido tanto por ser un defensor destacado del movimiento feminista debido a sus reportajes sobre abuso sexual, como por ser hijo de Mia Farrow y Woody Allen, este último acusado de abuso sexual hacia su hija adoptiva y hermana de Ronan.

A pesar de la excepcionalidad de este encuentro, debo confesar que no fue la celebridad de Ronan Farrow lo que considero como un rescate. Porque, aunque conocer a una figura tan destacada tiene su encanto, la verdadera magia de ese momento radicó en las personas con quienes me encontraba al hacerlo.

Asistí a una conferencia, en el campus de Columbia con Denise Dresser (escritora, politóloga y académica), Peniley Ramírez (periodista, poeta e investigadora) y María Hinojosa (periodista ganadora del premio Pulitzer en 2022). Tres mujeres extraordinarias que ejercen una notable influencia en la opinión pública de Latinoamérica. Tres grandes líderes cuyas voces abren camino para innumerables mujeres. Tres latinas que amplifican las voces del feminismo latinoamericano en Estados Unidos.

En un elevador del campus, las tres compartían su respeto y admiración por el periodista Farrow, quien también es profesor en Columbia. Al salir, nos lo encontramos por casualidad y las grandes líderes se conmovieron tanto como niñas aficionadas que se encuentran con sus grandes héroes. Y fue así como presencié un rescate neoyorquino.

Encontrarme un día como cualquier otro en un elevador con tres de las mujeres que considero admirables estupefactas por alguien que a su vez ellas admiran, fue un momento épico. Las veía conmovidas ante la presencia de un joven periodista de 35 años al que yo apenas conocía. Ronan era un rescate para ellas, y a su vez, ellas eran un rescate para mí. Eso es Nueva York.

La ciudad inevitablemente le regala momentos como este a todo el que aquí reside. La “horizontalidad” de la ciudad lo permite. Ronan, Denise, María y Peniley inevitablemente se camuflajean con el resto, utilizando el metro, ocupando las aulas universitarias y compartiendo con el resto de la población, el caos y el desagradable olor de las calles de Nueva York. La ciudad obliga a todos -incluso a Ronan Farrow- a ser un ciudadano más que como todos, intenta sobrevivir en esta urbe sin perder la cordura.

Por eso y por muchas cosas más, me considero afortunada de residir en una ciudad de soñadores, aun sabiendo que soy tan solo una más entre 8 millones de personas que persiguen con tenacidad un mismo sueño: mantenerse en la Gran Manzana sin perder la cordura.

En su icónica canción New York, New York, Sinatra expresa su anhelo de ser parte de la inagotable energía de la ciudad que nunca duerme. Tal vez debido a su experiencia como inmigrante, se empeñó en resaltar no solo la majestuosidad de la ciudad sino también los desafíos que conlleva volverse parte de ella.

A pesar de los retos, yo, al igual que Sinatra, comparto un profundo amor por Nueva York. Quién sabe, tal vez él también se maravillaba con los momentos mágicos con los que la ciudad rescata a quienes la habitan. Esos momentos que algunos llamarían un simple encuentro en un elevador y para otros sería un verdadero rescate para no perder la cordura en Nueva York.

 

1 Abogada egresada de la Universidad Panamericana y maestra en Derechos Humanos por la Universidad de Columbia en Nueva York. Actualmente es Chief of Staff y Coordinadora Legal de We are all Human, organización dedicada a la inclusión laboral de las personas hispanas en Estados Unidos basada en Nueva York.